"Diagnóstica Nostalgio"
Manos que peinan el aire,
que sujetan a los niños en el bosque de la mente.
Hocicos de hiedra.
Gaseosas perfumadas de limón.
Aguaceros en la memoria
que pintan a trazos la cebra indecisión
de lo correcto o lo profano.
Vencer a base de comatosas odas, "fotolinguística"
y ajedrez.
La ética involuntaria que transcurre
por las aceras de la calle,
para reflejar en la mesa con los atuendos
la marea que soplaba en tu cara,
carantoñas de yodo y brea y fritura.
Estos dedos que numeran a la semana
con la indisponibilidad de los tres huérfanos de oído.
Con los años que deberían tener diez...o mejor veinte meses
porque los pies también cuentan.
Recuerdo el canto del camión de la basura
en noche veraniegas con teles en los balcones
y los grillos bailando Electro.
La alegría del parto. La mortaja del abandono.
Las sábanas que aleteaban en la azotea
mientras los extractores humeaban
abanicos de sopas y milagros.
Tengo tanta necesidad del ayer,
de la isla cofia que prende vela en mis muñones.
Que las paredes transparentan
cada mote en medio del naufragio.
Arroz y besos y ortigas.
Estos dedos incapaces de contar las moscas pegadas al cristal.
De conversaciones sin respuesta.
De la mente en un bosque de niños de pan.
La vidente que apuntó al Levante.
La poesía como un tallo de cannabis,
abriéndose y narcotizando el patio de luces
de manos que en el aire
peinan y peinan y peinan.
que sujetan a los niños en el bosque de la mente.
Hocicos de hiedra.
Gaseosas perfumadas de limón.
Aguaceros en la memoria
que pintan a trazos la cebra indecisión
de lo correcto o lo profano.
Vencer a base de comatosas odas, "fotolinguística"
y ajedrez.
La ética involuntaria que transcurre
por las aceras de la calle,
para reflejar en la mesa con los atuendos
la marea que soplaba en tu cara,
carantoñas de yodo y brea y fritura.
Estos dedos que numeran a la semana
con la indisponibilidad de los tres huérfanos de oído.
Con los años que deberían tener diez...o mejor veinte meses
porque los pies también cuentan.
Recuerdo el canto del camión de la basura
en noche veraniegas con teles en los balcones
y los grillos bailando Electro.
La alegría del parto. La mortaja del abandono.
Las sábanas que aleteaban en la azotea
mientras los extractores humeaban
abanicos de sopas y milagros.
Tengo tanta necesidad del ayer,
de la isla cofia que prende vela en mis muñones.
Que las paredes transparentan
cada mote en medio del naufragio.
Arroz y besos y ortigas.
Estos dedos incapaces de contar las moscas pegadas al cristal.
De conversaciones sin respuesta.
De la mente en un bosque de niños de pan.
La vidente que apuntó al Levante.
La poesía como un tallo de cannabis,
abriéndose y narcotizando el patio de luces
de manos que en el aire
peinan y peinan y peinan.
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