Comer del plato ajeno

Puedes lanzar granadas
y quedarte tan impertérrita.
De perita.
De perrita.
Cómo el que suelta un can rabioso.
En un corral de gallinas.
Qué desde mi reino de rimas fáciles
cuento tus llagas
tu cuento
tu gas a medias, velocímetro de oportunidad.
De esas con cara de ángel
con vídeos para la detonación.
Qué bonita es la vida,
le dijo un botijo a una boca.
Si alimentada de besos y no accesos.
Vive de puertas sin lanchas.

Y una bufón se cansa de este juego.
De eternos adolescentes.
Detrás del burladero.
Porque en foto resulta que el cadáver no se descompone.

Qué me llamarán mal pensada.
Supongo que también el incendio
cuando cruje al árbol
no ve llegar a la ceniza.
Y una que del hartazgo hace mella.
Interioriza la parsimonia
de la peluquera barriendo
cada una de las palabras pilosas.
Y pretende ser sencilla igual que el pan duro
dos días después en la famélica garganta.
Y dejar los días que tocan y no tocan
para los que tienen los toros en casa.
Qué "tocaovarios" existen en los gremios.
Y ser feliz es imposible.
Porque...
Quién no comió un pez
y se clavó una espina.

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