Cigarrillos sin rutina

Oigo el runrún de la mañana
con el trotar de sus yeguas levantando la ciudad. Y la lavadora lleva ya un par de vueltas en su coreografía rusa. Bailarina mediática,
de los que lavamos los trapos
fuera del horario laboral.
Trapos que serían globos
en forma de nube.
Guardianes del azul, de los secretos.
Que sumergidos nadan más que vuelan, bucean entre la pena de saber
que la ley natural en un chip
parece un perro sin identificar.
En una gasolinera.
Viendo los coches pasar veloces
vestidos de fiestas.
Y sentir los giros.
Y no levantar los pies del suelo.
Para recordar que la poesía
habita en el silencio, de las piedras.
De la ropa muda sumergida.
En los ojos.
En la mano sobre el muerto
La carta leída.
El libro en posición fetal.
La lavadora que saca reluciente
el uniforme para la guerra del IPCC.
Y notar al vientre.
Y sacudir a los caballos de un motor
que busca y sabe que en la soledad
nadie te protege.
Del vacío, de la arruga, de la humedad,
de esta colada que necesita
aire
gente
sol
cuerpo.

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