Blonda y encaje.

Eres mi isla.
Mi único.
Lo todo.
El aire de Formentera.
La sal en el labio.
Astro. Gen. Silicona.
Pimienta, costra y gelatina.

Un lugar donde sonrío.
Donde me asomo desnuda
y tu me barres
como el oleaje al malecón.

Yo te quiero, es evidente.
Y vivo metida en una bolsa de basura.
Tal vez tu bonanza
provenga del altruismo más absoluto.
Pero, el mío,
es la encarnizada
lucha de una poeta hemofílica.
Una drogadicta delante de la aguja.
Cuando nos amamos
en síntesis. Y una flor ha nacido en África.
Y tu saliva, tu sémen.
Van escribiendo torrentes
de palabras.
Somos especiales.
Igual que las hamburguesas
de nombres raros en restaurantes
de comida rápida.

Tengo un sueño
dentro de esta guerra.
Y es que tú y yo
pudiéramos salir
de la incógnita.

Dar tanto, y hablar tan poco.
Tu sonrisa vale más que mil minutos de cine.
Tus ojos. Tu mariposa de la muerte.
Me acuna entre sexo, perdición y duda.
Y me recubro de ti.
Y huelo a tu raza.
Y desconozco la causa
de qué nos comamos los corazones.
Caña, oasis, mar.
Amor, amor.

Eres la única isla de la faz
en que puedo fermentar,
tirar los huesos rancios al suelo.
Destripar la psicología.
Ser mujer y no objetivo.
Eres mi isla. Mi apeadero.
Mi amigo.


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