Trajín

He cruzado una carrera
de corredores con el peso
de una escaladora.
El don de la batalla
siempre viaja conmigo.
Y hoy aseé las dos casas.
Él no quiere ni que me acerque
a su cuerpo. Le incomoda
y no lo entiendo. Tal vez sea por una
revancha de la vida.
Él ahora adormece la calma.
Y mi garabato
está en un tétrico sillón hospitalario.
De él surgen las voces.
Los llantos.
Los crujidos de ósea.
No puedo bajar la guardia.
Y malvivo en una garita
con vistas al Polo Norte.
El día de los enamorados falleció
la señora que compartía nuestra pared.
Y los familiares
colapsaron el pasillo.
Yo huía de la verdad.
Me escapo de la evidencia.
Maraña con la salud
en hemorragia, a cambio, de que él
sonría a pesar de mi muerte.

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