La esponja que absorbe el dolor.

Pasillos, desintoxicación en penumbra. Tonalidad musgo
y el sonido raqueta, azote
que engendra el espíritu.
Poso poeta
de vapores, y efluvios,
llantos de respiración de costa,
cuerpos salpicados de lilas,
y más llantos, viento entre las puertas.

Noqueada absorbe
el vaso capilar el sufrimiento poeta.
En la clínica de los pasillos ajos,
con ahogos y ramificaciones
adosadas a robots cuentagotas.
Y el color de la ropa gastado.
Cómo las miradas cómplices
de las medicinas.
He visto en este paraíso infernal
el ruido de la vida.
El gesticular de los miembros
intentando descifrar al poema a un rostro vencido.
El abrazo.
El abrazo.
El abrazo de tres minutos y una caída de ojos.
Que me recordó que somos nosotros
los que nos parecemos a los elefantes.
Con la distinción que sólo duele la nacionalidad del amputado.
Y ellos lloran por todos sus muertos.

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