La teoría de cuerdas.
La teoría de cuerdas no tenía salida, y aún así
afilaba el viento de los demonios
con esperanza vana de que algo o alguien
mereciese la pena.
Con guantes de fregar con algún rasguño.
Y los ojos de canicas que iban del lado equivocado,
a contrapeso, torcido, y a tumbos.
Se escucha la música
del pensamiento, tan alto, que es capaz de tropezar la cabeza
con la luna. Galletas olvidadas en una despensa,
con hormigas saciadas de escalinatas.
La teoría de la hipótesis, de qué una esta hecha de pasta de ganso,
que el agotamiento cabalga en un caballo de tío vivo
dando vueltas a la misma palabra.
Y cien noches sin sexo, sosteniendo las gasas de tus heridas,
siendo el tétrico caballete de un paisaje sin café.
No percibes, que tengo la piel de tanta diplomacia
que parece sal y envenena. Que soy la flor desbordada
que abrasa, y que con tu periferia,
me has inutilizado el alma. El alma creativa,
y ya no puedo más porque la teoría de cuerdas
es como un falso amor, maquillado de enfermedad.
Litigio de soltar la toalla, de este combate,
para secar el sudor de la impotencia.
Siempre en esa cruzada de salvar al mártir.
Pero, quién te cuida a ti fuera de los horarios.
Cuando de madrugada caminas atravesando la noche,
y tiembla el cuerpo durante el placaje de las constelaciones.
Con la teoría de cuerdas, donde me visto la tristeza del temblor,
con dos pijamas, mantas y un batín aceituna,
y escucho como respira el tiempo,
y helada sigo en la crucifixión de la necedad supina.
Si nunca he estado más sola que ahora, manteniendo las notas
discordantes de tu barriga. La uña, el moco, el despojo de un
personaje de novela.
Porque rompiste las cuerdas de la teoría.
Estoy a punto de soltar el lastre.
No ir a contracorriente de esta nave pirada.
Es ir a la deriva, contigo.
Admitir el fracaso.
De querer hacer volar a las gallinas, la templanza del color vivo,
el plomo con la tierra, la apuesta de los muertos que arrastran
a su prole de los que aún creemos en los sueños.
Yo, llena vida, me despojo de ti.
afilaba el viento de los demonios
con esperanza vana de que algo o alguien
mereciese la pena.
Con guantes de fregar con algún rasguño.
Y los ojos de canicas que iban del lado equivocado,
a contrapeso, torcido, y a tumbos.
Se escucha la música
del pensamiento, tan alto, que es capaz de tropezar la cabeza
con la luna. Galletas olvidadas en una despensa,
con hormigas saciadas de escalinatas.
La teoría de la hipótesis, de qué una esta hecha de pasta de ganso,
que el agotamiento cabalga en un caballo de tío vivo
dando vueltas a la misma palabra.
Y cien noches sin sexo, sosteniendo las gasas de tus heridas,
siendo el tétrico caballete de un paisaje sin café.
No percibes, que tengo la piel de tanta diplomacia
que parece sal y envenena. Que soy la flor desbordada
que abrasa, y que con tu periferia,
me has inutilizado el alma. El alma creativa,
y ya no puedo más porque la teoría de cuerdas
es como un falso amor, maquillado de enfermedad.
Litigio de soltar la toalla, de este combate,
para secar el sudor de la impotencia.
Siempre en esa cruzada de salvar al mártir.
Pero, quién te cuida a ti fuera de los horarios.
Cuando de madrugada caminas atravesando la noche,
y tiembla el cuerpo durante el placaje de las constelaciones.
Con la teoría de cuerdas, donde me visto la tristeza del temblor,
con dos pijamas, mantas y un batín aceituna,
y escucho como respira el tiempo,
y helada sigo en la crucifixión de la necedad supina.
Si nunca he estado más sola que ahora, manteniendo las notas
discordantes de tu barriga. La uña, el moco, el despojo de un
personaje de novela.
Porque rompiste las cuerdas de la teoría.
Estoy a punto de soltar el lastre.
No ir a contracorriente de esta nave pirada.
Es ir a la deriva, contigo.
Admitir el fracaso.
De querer hacer volar a las gallinas, la templanza del color vivo,
el plomo con la tierra, la apuesta de los muertos que arrastran
a su prole de los que aún creemos en los sueños.
Yo, llena vida, me despojo de ti.
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