Ripio.

La cabeza decapita
da y aún así insisten en pegarle la corona
en un cuerpo de bulto
amortajado, con los pedazos hambrientos de humus
en descomposición verbalística.

¿Cómo mantener erguido a un cadáver?

Lo sujetaremos con hilo del nylon
del parto violín.

Lo elevaremos con una polea de pozo,
de casa sin niños.

Con cuerdas, con grúas, con plumaje,
con oropeles.

En tropa 
y en procesión haremos 
nuestra patrona virgen.

Lo abrazas y se desmenuza
en cosas, en frascos, en litigios
que necesitan el impulso micro
de escena.

Con el cráneo sin cabello adjet
ivo ni el simbolismo en un tórax 
licuado por la imprenta.

Ella o él, no resp
iran,
si cada vez para más ser, tienen que ser menos.

La observo en pixels,
con los buitres guardianes enc
ima del refrigerador,
precisando dormir bajo tierra.

Tal vez ese lloro, que oigo dentro de la s
elva escapular
sea la semilla,
que ya mis ojos
no verán su fruto.
Y creo que su canto
no se parece a nada de lo evidente,
dejemos de estirar la magia muerta 
de la palabra, ya que las sensaciones
serán el futuro
igual que una droga metida en vena.

¿Acaso, no vemos que está desmembrada?

Tanto foco, 
y aquí hablo de la honra difunta,
marioneta, pues, de tantas huellas dactilares.

Reforma, urgente.



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