Reglamento jurásico.

He aprendido a valorar el riesgo
con el sacrificio de la cápsula del detergente.
Y en la toma
buscar el adaptador
para enchufar
cada una de las necesidades.

Demonios acostumbrados
a morar sobre la mesa noctámbula
con los brazos y las piernas
enjutos,
con las rodillas y los codos
en nódulos de canica.

Verdes, porque los demonios
son verdes azufre y no rojo pimiento,
sentados
a la espera taquicardia
de incisión al cuore
y jugar un rato a morderlo,
a exprimirlo,
tallarlo moteando el cubrecama.

Ellos no se marchan nunca
duermen dentro de las cuevas de las costillas,
lo agitan y entro en un trance
transporte público
a una niña con cuerpo de mujer barrizal,
y tengo miedo
y estoy perdida en el laberinto
y me duele la falda
y no entiendo de tapetes.

La luz me alivia.
Algunos años dan margen
en esta carrera running
de estigma contra malignos,

desconociendo
cuando me atraparán,
y que hay desprecios
que son mucho más crueles que sus juegos.


Mientras un corazón chapotea
y yo me ahogo en tu mierda.


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