Rosalía de Costra.
Doce días de ausencia
en tema de amatoria
parecen un año,
con el pensar del exceso de tocino,
el valor añil
o una patata.
La piel donde se aclara
en esta escama de tiempo
y la lengua pare una culebra
de cuenco sin frutas,
en estos doce días
de papeles con carcoma,
de la bestia
ladrando tu sexo, con el lloro
de cada pezón en lágrima,
de doce días donde tu ron
me llega como el rojo
al escualo.
Doce días de tornillos.
De plantas que tenían sed
y han recibido agua.
Doce de docena de cieno dedo
apuntando a la cabeza.
No sé si me añoras.
Si la gota de semen
cae muerta.
O hay otra carta en un hueco.
Doce días, pues, de abismo.
Con las fotos que nunca nos hicieron,
con las manos que en público
furtivas y arañas.
Con doce y no cedo
a pensar que trabajas mucho
y estás fatigado, que el dolor crónico
se instala en válvula
en un número par de murallas.
Sólo esta memez poética
para decirte que amo lo que siempre quisiste
y que te echo de menos-precio él
en tema de amatoria
parecen un año,
con el pensar del exceso de tocino,
el valor añil
o una patata.
La piel donde se aclara
en esta escama de tiempo
y la lengua pare una culebra
de cuenco sin frutas,
en estos doce días
de papeles con carcoma,
de la bestia
ladrando tu sexo, con el lloro
de cada pezón en lágrima,
de doce días donde tu ron
me llega como el rojo
al escualo.
Doce días de tornillos.
De plantas que tenían sed
y han recibido agua.
Doce de docena de cieno dedo
apuntando a la cabeza.
No sé si me añoras.
Si la gota de semen
cae muerta.
O hay otra carta en un hueco.
Doce días, pues, de abismo.
Con las fotos que nunca nos hicieron,
con las manos que en público
furtivas y arañas.
Con doce y no cedo
a pensar que trabajas mucho
y estás fatigado, que el dolor crónico
se instala en válvula
en un número par de murallas.
Sólo esta memez poética
para decirte que amo lo que siempre quisiste
y que te echo de menos-precio él
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