Sin título.
Con franqueza
ser un gato en una perrera conduce a la enfermedad,
el despojo ante sus pupilas delante de la tribuna,
la carne femenina
que alimenta su gula.
Incompresible el idioma en que hace dos días, nuestros cuerpos se presentaron a la idiotez
del alma,
Ahora que estrábica permanece mi psique recordando su tono,
después del vino hipnótico que ya pasó como el aguacero,
y esta jaqueca alambrada cruzando mi sien en un castigo.
Amar a escondidas, en huertos de dueños profanos, en la profundidad de la manzana
como un topo en una cartulina negra, como un gusano
de ciento y un pez que ha perdido sus zapatos.
Si adoro cada palabra que erupciona,
si sabe que mi corazón le pertenece,
deje de humillar a la bestia Afrodita.
Que estigmatizada come cereales con frutos rojos,
duerme sola con tres gatos en sábanas lilas,
y que leyó la biografía de Rimbaud.
No compito, soy un alabastro dentro de la piedra,
no soy la sustituta de ninguna reina,
no hay género de violencia, más que el neutro de poeta
en negrita que chilla,
en cursiva que le ama,
y que subrayada mora sobre una recta sin término.
Soy un gato
que ladra poemas.
ser un gato en una perrera conduce a la enfermedad,
el despojo ante sus pupilas delante de la tribuna,
la carne femenina
que alimenta su gula.
Incompresible el idioma en que hace dos días, nuestros cuerpos se presentaron a la idiotez
del alma,
Ahora que estrábica permanece mi psique recordando su tono,
después del vino hipnótico que ya pasó como el aguacero,
y esta jaqueca alambrada cruzando mi sien en un castigo.
Amar a escondidas, en huertos de dueños profanos, en la profundidad de la manzana
como un topo en una cartulina negra, como un gusano
de ciento y un pez que ha perdido sus zapatos.
Si adoro cada palabra que erupciona,
si sabe que mi corazón le pertenece,
deje de humillar a la bestia Afrodita.
Que estigmatizada come cereales con frutos rojos,
duerme sola con tres gatos en sábanas lilas,
y que leyó la biografía de Rimbaud.
No compito, soy un alabastro dentro de la piedra,
no soy la sustituta de ninguna reina,
no hay género de violencia, más que el neutro de poeta
en negrita que chilla,
en cursiva que le ama,
y que subrayada mora sobre una recta sin término.
Soy un gato
que ladra poemas.
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