Los ojos del murciélago.

Le han nacido dos espuelas,
sí, yo las he divisado 
brillando dentro de su espesura.

Nunca, hasta ahora
avisé del centauro su copyright,
aunque pertinaz
y tirano lance bocanadas de fuego 
hacia la red.

Y por eso en esta ciudad,
todos sudamos 
la gota gorda del loctite.

He visto la luz de una bombilla de bici de niño
en cada franco de su mirada.

Por eso ya no quiere, usted,
más
verme.

Porque estoy abriendo 
a su pared
regata.

Soy mar de escuela, quebrantahuesos, ya lo conoce...

Y me lanzaré a las piedras
hasta el último aliento,
hasta que le nazcan ojos a Neptuno.

Para que llueva, llueva
y la ciudad aliviada
respire de su pequeña gran llama dormida sin cristal.


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