Parada cardiaca.

I

Entró en ese garaje 
que olía a humedad
con trampas en sus esquinas.

  II

En un puesto de neveras y lavadoras,
impacientes como la adolescente 
en su primer baile,
deseosas de ser acariciadas.
Algunas impolutas,
otras con la chapa abollada de algún trance,
pegatinas mal limpiadas
y un cajetín
que sacaba su lengua con descaro
invitando al país de Alicia.

Cuantas historias de lava-dos
y vientres que cobijaron
meriendas y tartas de aniversarios.
Vidas.
Con frío y corriente.
Con sus cordones umbilicales
como colas de gatos
aguardando la resurrección por un enchufe.

Recorría sus rincones.

Junto a un dependiente
de brazos equis
expectante que no asomaran las ratas.

Sin flores.

A veces me gusta 
visitar
el cementerio.

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