Barrizal

Esta mezquindad de los cuerpos gélidos 

con el hurto en las cavidades 

de esta tragedia.

No tiene otra connotación, 

de cielo que anárquico obedece 

al itinerario de las nubes.

Ellas se hinchan de veneno.

El agua que riega el manzano.

La madre tierra de nuestras homilías.

La verborrea del que aprovecha el despojo.

Del paredón fluvial que ha golpeado 

la puerta de tu casa.

El arrebato de un suceso 

que arrojó al abismo el metal que nos guarecía.

La rama, la cuerda, el palo que te han salvado 

de morir en la garganta del lodo.

La desesperanza del obrero en su máquina, 

caída la noche, 

y que despedazado vira entre los escombros.

Tengo una pena indescifrable 

por las personas que después de su jornada 

no volverán al abrazo de la luz,

por los apellidos que un día serán el lustre

de un epitafio decorativo.

Qué más de cien es una guerra.

Y perdona universo 

la palabrería poética.

Yo sólo sé mirar 

y golpear mi cabeza contra el muro.



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