Notas de voz
El trauma de semilla amorfa
adquiere su omnipresencia
en la vida del ser.
Puercoespín en medio de la vía.
Niño en un mercadillo de tratamiento.
Se instaura como una peca maligna
y augura la fragilidad de las torres.
Nunca más duermes tranquila.
Tu oído escucha a mil kilómetros de distancia
los bombardeos de la lluvia.
Tu boca que bebe un trago doble
por si la sequía se cierne en el ecosistema.
Liebre en manos de la plaga.
Niña casada con un anciano.
Siempre viajas con tus medicinas,
incluso duermes con la chaqueta y las botas
en una posición fetal de alerta.
La jauría que, en cualquier momento, acude
con los jinetes del apocalipsis.
Los vientos, soplo de los saltamontes víricos
que, en su adiestramiento, te corroen
en la vigilancia de la espalda
cuando caminas,
por la confusión
de tu sombra por el ataque.
Nunca más volverás a ser normal.
Y aún habrá gente que dude de tu dolor.
Coche arrastrado por la vorágine.
Carretera fabricada para el abismo.
Siempre reconocerás a la muerte
en la polilla.
Siempre rezarás ante la avalancha
porque es lo único que resta
después del expolio.
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