La hora de la verdad

Di la verdad, confiesa que no ha sido una quimera 

el traspiés del reloj bajo tu ventana

con la caricia oculta de tu lengua.


Cruce de piernas, platos alegres 

con la discreción del que adorna 

el alimento para los indigentes.


Porque el ciego de ternura

se basta con una cerilla 

y regresa a su mazmorra

con el leve aleteo de la noche.


Yo sólo sé, di la verdad, 

amar con la palabra escrita,

confiesa que no ha sido un sueño

todo lo que muda te he dicho

en el efluvio de un ronroneo

de estómagos, de carne 

entre el paladar y tu lengua

en el portal que engalana 

la luz indigente de una caricia.


Un sueño no ha sido, el aparentar 

que en este cadalso

mi piel desprende tu aroma.


Ciprés que anhela viento 

con el leve aleteo de la palabra escrita.

Luna azul de escaparate

y un cuerpo bombilla

enroscado y famélico

en la imposibilidad.


(Imagen de un cuadro de Munch).

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