Agosto

Nidos con tapones de plástico

en ángulos de cemento.

El pájaro del vientre móvil

que certero emite este trino 

de ansiolíticos y perezas.

Nebulosa tendida rama

de calcetines al viento, 

azul ramio en el cristal de tus gafas

como el agujero en el estómago

que reclama el pago de la glucosa.

Determinar que uno se adapta chicle 

al amago de un amor que se ha convertido 

en un virus sin vacuna, raudo de melancolía

con la extensión de una sequía física.

Y extraño tu corazón cerca de cada poro,

y cazo la fogata que emite 

la muerte-silencio de un coche 

que esquiva la lluvia 

en un rato de sol.

Me gusta dibujar tu presencia

en mi recuerdo. La sonrisa de las bolsas

del hipermercado 

henchidas de galletas y calamares,

de conservas y brick.

La huella tábano de algo 

que en su hermosura

se quedó en el poso de un té malherido.

Si me atreviera, te diría con el movimiento

de las hojas majadas

que te quiero y que se hace muy complicado 

vaciar este monte de lo que tú, 

esfera de heno, has proveído

la estresante muerte de las chispas.

Y un latir que canta. 


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