Aroh oibmac

Tiene el cambio de hora

un pésimo arrebato de asma.

La asfixia del desconocimiento

del punto donde confieren

en un brik de abril y cerrar de ojos;

del almacén con las batallas, los comas, 

los plásticos vacantes.

La palabra que quizás

hubiera roto un cuajo de marzo.

Previa a la pasión

y a la espera de quitarnos un hueso

como expolio a una parcela de relojes.

Sí, realmente el vacile constante

del tiempo tecnológico

abruma cada minuto de nuestra cara.

De luces y de ahorro.

Por eso tomo el café con sorna

y reclamo el canje perdido.

Del amor, de la vida,

del trébol, de los poemas de cárcel,

del tren varado y de todas las cosas 

qué hubieran sido posibles

en ese intervalo.

La gallardía incapaz

de prevalecer fuera de horario comercial.

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