Cenicienta mira por la ventana
A las diez, la noche parece permeable
con la humedad que se filtra en el arenal
de los jardines negros.
Las aceras impertérritas
igual que una jungla
sin tigres, y los pasos fugitivos
en la amplificación expuesta
a la entrada
de tiendas, custodia de los verte-d-eros.
Nadie recorre su origen
de puertas y ventanas que miran
al vientre de los edificios.
La taxidermia de los gatos.
La moto que ruge muda
La alegría con el rostro envuelto en una bolsa de plástico.
Respirando su hálito
de vaho nocturno con el impedimento manjar
del que desea morder la madrugada
al campo, del rocío cristal
y de los árboles que ni aletean.
Se-para la vida por un momento.
Hasta la primavera que parece resolver los trances níveos. Muere con el cuello roto en la hora.
Esta experiencia
de capítulos rayos.
Donde nos importa más
una calabaza que el carruaje
con tal de salir del gueto
para romper la era glacial en que
hemos convertido nuestro averno.
Asomar la cabeza al hermetismo acróbata
del silencio que recuerda
a los dictados, al arroz con agua.
A la sigilosa muerte
de la matriz de un Ford.
El todo que parece
innecesario.
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