Doce

Admiro la imbatibilidad
del cuponero de la O.N.C.E.
que a pesar de las obras en el súper
nunca movió sus bártulos
y aguantó heroico grúas y polvorines.
Este hombre árbol
en su nido verde ha soportado
el vacío de los compradores
aunque su ceguera
le privara de ver el coloso en llamas.
El oído ha sido el sacrificio
de una estampida presupuestaria
para reformar unos bajos
y hacerlos más modernos como el que cambia de abrigo.
Por eso valoro el amor y la constancia,
esas que todos observamos desde lejos
porque sufrir es el canje.
Así que entre las ruinas y el estropicio
de mis poemas ofrezco
"uno para hoy y tal vez nunca"
con los ojos en órbitas celestes
sin importar si expuesta en el exterior
la suerte está echada de bruces.
Y anclada en una demolición
pienso que el amor vale la pena y el naipe.
Por eso no me muevo.
Y el poema construye sin salida
una nueva zona de recreo.
Inmóvil de fe ciénega.

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