Orificios

En las urbes
detrás de los edificios comerciales
existen puertas para los empleados.
En su apatía crecen
a espaldas de la belleza blasfema.
Y su piso cítrico
compite con los extranjeros de la vida
que a su tabaco fuman
el descanso sin descanso.
Aberturas de bolsas calientes
a callejones de cafés de brandy.
Que en su liturgia
sirven de poro a los que en la rueda
la fortuna ha hecho parche.
Lúgubres.
Catéter de oxígeno y de tierra en los ojos.

La salida de los trabajadores
contiene ángulos donde las cámaras
no los avistan con sus lenguas.
Los escritores en sus zulos.
sin accesos acariciando el cigarro,
embalaje de nuestra momia.
Como el amor que pone cara de bisonte.
Y te duelen los colmillos
de nadar hasta el todo-dogo
que nos ladra sin compasión.

Y quisieras salir hacia la calle estrecha.
Y fumar mirando al cielo.
Y pensar que tengo un lugar
para ser sustento del cronómetro.
Y tener la paz
en vez de la guerra constante
de la  edificación sin nalgas.

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