La mayor riqueza es el aire.

No tengo ninguna canción
que regalarte, ni siquiera
un estribillo o el título de un top ventas del 83.
No existe entre nosotros
la película de actores
con gomina
donde nos cogíamos de las manos.
Ni cartas de amor
en papel verde.
Sujetando una espantosa quimera.
De perfección edulcorada.

Soy arribista del corazón
que no tiene ni un portal
donde cobijar la ternura.
Y la música que puedo ofrecerte
es el silencio del amor verdadero.
Del cine la tos que hemos compartido.
Y el olor a sudor.
Y las heridas con yodo.
No hay más que la realidad mundana
de una mujer
que poeta taladra el tuétano del tiempo.
A veces cansada y dormida
de que los recuerdos migren
a fotos de tonalidad sepia.
Piojos y cataplasmas.
Pan duro y salas de espera.
Créeme lobo errante.
Prefiero una semana en la tierra
que tanta falsedad bucólica.
Porque no tengo canción.
Pero  sé  el idioma  del ser humano.
Y el amor lo cura todo.
Hasta lo que no existió.

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