La mujer silla.

El cielo anida en una botella  de humo,
esta noche simplificada por la lluvia
que ludópata sacia
los bebederos a su antojo.

En esta  silla con los pies y las manos,
en la exposición trágica de que soy esta silla
propiamente.
El aire se deja respirar.
Y parece una nube la lejanía
de este paraje. De ciudad fornificada.
De luna vómito.
De querer soltar y arder bajo el lienzo
cosido de la hoja que rezuma
en los charcos cantarines.
Se muere la gente.
Se escribe y se amputa la peligrosa tarea
de la inmovilidad de los que reposan.
Bajo este volcán
de lava-bala, trance-trenza,
cobijo de hormigas.
Con los  miembros
de madera atada al hierro de sus clavos.
Y observar el ave insomne
que nada en esta tormenta de disfagia.
Como un sacrificio poético de fruta
en los naranjos de plástico.
Y en esta silla insigne: tablero y trono.
De la ansiedad que mi cuerpo explora
con el entumecimiento del árbol
de la mujer que
s
a
n
g
r
a
en una silla incapaz.

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