El manual de la escuela de la mantis.
Se supone que debo hacer
cien cosas al día.
Mientras la pasta merodea
dentro del agua hirviendo,
ya vamos por la número veintidós.
Con la pala de madera
la remuevo
y busco con los ojos como un raíl a su rueda,
la sal, el orégano y el jengibre
que tanto me gusta.
Los spaguettis
se rinden dentro de la boca...
Si pudiera saldría corriendo
por el barrio
y un grito roto
descolocaría hasta.
Pero, el tenedor obedece
al cerebro.
Aunque esa amorfa mancha
de tomate parezca la inicial de tu nombre.
Es mejor, poner de nuevo la lavadora,
lavar los cacharros
con flujo frío
para que el recuerdo no suba
hacia la cabeza.
Sí, será lo más oportuno
autómata por los pasillos
en lucha de fuego crucial.
La verdad, qué hoy, he amanecido
con mucha calma
y hasta en la acción cincuenta
me olvidé que habías regresado.
Lástima, manché mi blusa,
esa que nunca llegaste a ver,
ahora, una tisana despejará
la cuenca de mis ojos,
pues, al leer el dominical poético
me dieron ansias de llamarte.
Sólo, para preguntar cómo estabas,
pero cuando lo iba a hacer
me di cuenta que era la ciento y uno.
Las cien maneras
para olvidar
un amor que nunca me quiso.
cien cosas al día.
Mientras la pasta merodea
dentro del agua hirviendo,
ya vamos por la número veintidós.
Con la pala de madera
la remuevo
y busco con los ojos como un raíl a su rueda,
la sal, el orégano y el jengibre
que tanto me gusta.
Los spaguettis
se rinden dentro de la boca...
Si pudiera saldría corriendo
por el barrio
y un grito roto
descolocaría hasta.
Pero, el tenedor obedece
al cerebro.
Aunque esa amorfa mancha
de tomate parezca la inicial de tu nombre.
Es mejor, poner de nuevo la lavadora,
lavar los cacharros
con flujo frío
para que el recuerdo no suba
hacia la cabeza.
Sí, será lo más oportuno
autómata por los pasillos
en lucha de fuego crucial.
La verdad, qué hoy, he amanecido
con mucha calma
y hasta en la acción cincuenta
me olvidé que habías regresado.
Lástima, manché mi blusa,
esa que nunca llegaste a ver,
ahora, una tisana despejará
la cuenca de mis ojos,
pues, al leer el dominical poético
me dieron ansias de llamarte.
Sólo, para preguntar cómo estabas,
pero cuando lo iba a hacer
me di cuenta que era la ciento y uno.
Las cien maneras
para olvidar
un amor que nunca me quiso.
La 101 es siempre importante. Inconscientemente la dejamos para el final. ¿Será que no la deseamos?
ResponderEliminarSerá eso, o es mejor por mi bien. Julio gracias...
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