Prodigio

Somos jóvenes para ver la muerte de nuestros padres
si ayer no éramos más que niñas
de instituto.

Demasiado, para perder el embrión
que cobijó la cereza temprana
y nos dio brazos y piernas
para arañar la inevitable
que siempre será "pronta" la excedencia
de observar al árbol
arrastrado por las maternas aguas.

Morir.
Aprender a vivir rápido.
Perdonar.
Abrazar.


He llamado madre,
para decir sólo
que la quiero.

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