La gamba ola miga de pan.
Mi padre.
Una cesta en el suelo de esparto,
mis piernas la abrazaban
coronando su rotonda ya con asas roídas por el uso,
mi padre, entre otras cosas, era marino,
por eso el mar es mi epitafio
porque nació de la roca
y la sal está en mi lengua para dar sepia
a los arrozales
que son redes.
De niña, metía las manos en el acueducto
y los anzuelos se asemejaban
pendientes que añoraron presas de tela asfáltica.
El corcho con el hilo
haciendo casamiento
a esos carretes atorados en nudos.
En un intento frustrado
la maraña se hacía cruel
y escribía en el lenguaje secreto de la jibia.
que él no volvería.
Me gustaba dibujar playas,
con quillas
que fuesen el cabello zaino de mi padre.
Lo plomos frutos de cañas
que con el tiempo se fueron desmembrando,
mientras yo crecía,
y un día a la hora del naufragio
desaparecieron
sus pertenencias.
Mi madre.
Una cesta en el suelo de esparto,
mis piernas la abrazaban
coronando su rotonda ya con asas roídas por el uso,
mi padre, entre otras cosas, era marino,
por eso el mar es mi epitafio
porque nació de la roca
y la sal está en mi lengua para dar sepia
a los arrozales
que son redes.
De niña, metía las manos en el acueducto
y los anzuelos se asemejaban
pendientes que añoraron presas de tela asfáltica.
El corcho con el hilo
haciendo casamiento
a esos carretes atorados en nudos.
En un intento frustrado
la maraña se hacía cruel
y escribía en el lenguaje secreto de la jibia.
que él no volvería.
Me gustaba dibujar playas,
con quillas
que fuesen el cabello zaino de mi padre.
Lo plomos frutos de cañas
que con el tiempo se fueron desmembrando,
mientras yo crecía,
y un día a la hora del naufragio
desaparecieron
sus pertenencias.
Mi madre.
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