Carta de Marie a su madre.
Querida madre:
En Connecticut los días se mezclan con las noches climatológicamente hablando,
con el frío cubro las orejas con un gorro de castor y en el calor saco el abanico
de lunares que me regalaste en una feria de bombillas.
Sabed madre, que ese chico que hace años que me ronda ha cogido un tren desde Alburquerque. Yo
en el pasado intenté enamorarme pero su ideología fascista me revienta, con su camisa de leñador y un montón de pellejos colgados en ese coche alemán de señorito, vino ayer noche a verme a la salida de mi turno. Llevaba horas de trabajo y con mi viejo uniforme y bailarinas planas cuando los surtidores de gasolina
se agotaron para dar paso a las camadas nocturnas. Volvió a lanzar caña a mi corazón, desde que tuvo el accidente de coche en junio su semblante ha cambiado, me ha confesado que no bebe ni una gota de alcohol y ha ido recuperando la movilidad del brazo derecho, que le hostigué tirana que había sido el karma por pegar a los animales.
Hemos llegado a un pacto. Viene cuando puede desde Alburqueque y le escucho. Sin dejar que se aproxime a mi cuerpo, un beso por mejilla, y la terapia. Me habla de trabajo, y se mete con mis hábitos alimentarios, en desacuerdo que more con un gato, empieza acabando de la relación que tiene con su madre. Una mujer bella y de matriarcado que ha enfermado. Ya llevo varias crisis existenciales, la recuperación del accidente, su buen tiempo en su socarronería y el bache comercial. Me hace reír y allí lo veo cabezón para que forme parte de su taxidermia. Creo que ni se afiliara al partido comunista lograría conmover mi libido. Cenamos en un puesto de carretera, y por activa y pasiva intentó salir a bailar, misión imposible. Madre, Ralph y yo, sólo tenemos un extraño acuerdo donde me hace sentir la fulana que presta el servicio de escuchar sus palabras; taparlo con la manta y sin ningún contacto sexual, recoger mi dinero para dejarlo durmiendo abrazado a la almohada.
Lo que no puede ser, no puede ser.
Atentamente mamá, disculpa mis pequeñas grandes locuras.
Te quiere Marie.
En Connecticut los días se mezclan con las noches climatológicamente hablando,
con el frío cubro las orejas con un gorro de castor y en el calor saco el abanico
de lunares que me regalaste en una feria de bombillas.
Sabed madre, que ese chico que hace años que me ronda ha cogido un tren desde Alburquerque. Yo
en el pasado intenté enamorarme pero su ideología fascista me revienta, con su camisa de leñador y un montón de pellejos colgados en ese coche alemán de señorito, vino ayer noche a verme a la salida de mi turno. Llevaba horas de trabajo y con mi viejo uniforme y bailarinas planas cuando los surtidores de gasolina
se agotaron para dar paso a las camadas nocturnas. Volvió a lanzar caña a mi corazón, desde que tuvo el accidente de coche en junio su semblante ha cambiado, me ha confesado que no bebe ni una gota de alcohol y ha ido recuperando la movilidad del brazo derecho, que le hostigué tirana que había sido el karma por pegar a los animales.
Hemos llegado a un pacto. Viene cuando puede desde Alburqueque y le escucho. Sin dejar que se aproxime a mi cuerpo, un beso por mejilla, y la terapia. Me habla de trabajo, y se mete con mis hábitos alimentarios, en desacuerdo que more con un gato, empieza acabando de la relación que tiene con su madre. Una mujer bella y de matriarcado que ha enfermado. Ya llevo varias crisis existenciales, la recuperación del accidente, su buen tiempo en su socarronería y el bache comercial. Me hace reír y allí lo veo cabezón para que forme parte de su taxidermia. Creo que ni se afiliara al partido comunista lograría conmover mi libido. Cenamos en un puesto de carretera, y por activa y pasiva intentó salir a bailar, misión imposible. Madre, Ralph y yo, sólo tenemos un extraño acuerdo donde me hace sentir la fulana que presta el servicio de escuchar sus palabras; taparlo con la manta y sin ningún contacto sexual, recoger mi dinero para dejarlo durmiendo abrazado a la almohada.
Lo que no puede ser, no puede ser.
Atentamente mamá, disculpa mis pequeñas grandes locuras.
Te quiere Marie.
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