Dana
Esta borrasca
-con un cielo herido de pájaros rampantes-
que revive aquella alhaja de la memoria
El souvenir del cuerpo arandela
que protegía mis costillas con tu espalda.
La lluvia batiendo las uralita
y los truenos con la rotura de la tierra,
en troncos -flamantes pesadumbres-
que lloraban con fuego
el amor que emanaba de las acequias.
Tan intenso el despropósito
de la naturaleza
que mi alma se quiebra con cada rayo,
de la trémula sombra
que arañaba el hombre que me envolvía
con sus brazos
de tifón en la matriz del agua.
Ahora, que todo me grita tu olvido
y reniego ante la crueldad de la tormenta.
Me encojo luna
debajo de un edredón hambruno
para cerrar los ojos y creer que mañana
volverá la primavera después del infierno.
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