Entradas

Mostrando entradas de octubre, 2019

Frío

El frío humano emula la peor borrasca que puede sobrevenir en un hogar. La indiferencia a los pasteles. La alfombra limpia en la entrada del portal. Que no te visiten los sueños. Que la pecera sea un estanque. Sentirse solo. Como un árbol sintético en el hall de una clínica. El frío de la pausa. Del desapego. Hielo de sangre. Un corazón con la válvula en distinta temperatura. Tener frío, y no sentir tus manos. Sosteniendo la lluvia que entraña fluye dentro de las viviendas vacías. Dar luz, brasa, un poco de música a este quebrantamiento. De enchufe marañado. De cuerpo enfermo capaz de sobrevivir a la luna desplomándose. Soy lo suficiente, en la comisura. De una boca. Tus ojos gélidos. Tremenda estampa nevada. Este frío que mata. Y no quedan más vidas. Te necesito más que nunca. En esta ventisca o venda.

Meteorología

Recorres la mañana en el itinerario poético de acabar en la misma calle. Con el clima que se refleja en los peatones, ataviados de pétalos textiles. Esquimales de peluquería, bañistas de tirante y sandalia en una procesión petrolífera de no admitir que la regla (escritura) no existe. Para qué la manta. Y esconder la piel en un poliester. Si el corazón tiembla dentro de la semilla tortuga. Cruzada del asfalto con el convencimiento que la lluvia fosforescente saluda la acera de señoras con impermeables y niños con caras de naipe. La Avenida Valencia como la variz de un cuello con el murmullo de la gente, indistinta de prendas, llamas de un poema que atraviesa agridulce de los pies a la cabeza sin tener un abrigo de familia.

Gracias por estar conmigo y apoyarme

Sólo tú haces que la bruma sonría cuando sentados a la mesa me sostienes con tu índice. Tus manos que recogen bélicas, que juzgan con tus labios y que a los muertos reviven con absueltas las manchas que vuelan libremente. Porque no hay tribuna para la demencia del que ama sin compromiso. Comemos cada uno de nosotros como el soldado que ha derribado una casa. Sin la mención al perro que murió bajo las ruedas de un Fiat o de las cucarachas que anidan bajo las baldosas del bosque. En ese cambio de hora no existimos y somos la purga de la pena. Sostienes con tu índice la esfera del mundo para beber cubiertos de sal la conversión de las ciudades antorchas. Qué importa el nombre de Chernobyl. El ascensor detenido en el sexto. La flacidez del sistema. De la mesa a la cama. Si entregados el animal gris golpea. Y no precisa más alimento que la certidumbre abrasando las pupilas. El amor. Que muta lirio en cada poro.

Fin de obra

La travesía fue espantosa lidiando nuestro buque con embarcaciones llenas de cadáveres. Lunas flotantes de sarpullido con la marejada soberbia y los trapos adheridos al hueso. Me consolaba con un rezo de escuela. Cuántas veces puedo contar hasta quinientos y morder las uñas como un hongo dentro de la lengua. Luego llegó la calma y el hedor a muerte se disipó con las algas peinadas a las rocas. Un faro era el único dios presente en nuestro exilio. Y la piel el mapa de un enfermo bajo sus vendajes. Descendí las escalinatas de la historia y en el dique no hubo ningún ser que aguardase mi llegada. Eran hoyos sobre el asfalto. O tal vez las piernas de chapa que se astillaron con una espera fraudulenta. Parecía un banco en el puerto. Una lata de cerveza después de la ronda. Un monumento de escayola ante la voracidad de los que abrazaban a la fe después del naufragio. Lloré como lo hacen las hojas de los árboles después de la lluvia. E intentando borrar las imáge...

La pena con sobrero azul

Una espiga de mi pecho hurga cada poro abatido por las alas. En la acequia cerca de una factoría petroleoquímica de vertederos y carros de súper con el vacío de los cráneos. En esta niebla de ortiga de carne y un dolor metido en cada aro de vértebra. Tú que escribes obras de albañiles zafiros al moler el café con tus manos de cemento. Donde un abrazo puede salvar la vida y te acostumbras a la bulimia de las palabras de esta soledad fingida entre el papel y el punzón, como un cuerpo suicida después de saltar al río. Henchido de los dientes. Frío de noche. Amputado del amor que priva la dolencia. Por qué de cuántas maneras puede un alma morir. Para recordar que llevas sobre tu sobra una marca importada.

Doce

Admiro la imbatibilidad del cuponero de la O.N.C.E. que a pesar de las obras en el súper nunca movió sus bártulos y aguantó heroico grúas y polvorines. Este hombre árbol en su nido verde ha soportado el vacío de los compradores aunque su ceguera le privara de ver el coloso en llamas. El oído ha sido el sacrificio de una estampida presupuestaria para reformar unos bajos y hacerlos más modernos como el que cambia de abrigo. Por eso valoro el amor y la constancia, esas que todos observamos desde lejos porque sufrir es el canje. Así que entre las ruinas y el estropicio de mis poemas ofrezco "uno para hoy y tal vez nunca" con los ojos en órbitas celestes sin importar si expuesta en el exterior la suerte está echada de bruces. Y anclada en una demolición pienso que el amor vale la pena y el naipe. Por eso no me muevo. Y el poema construye sin salida una nueva zona de recreo. Inmóvil de fe ciénega.

La nana para el hombre que no puede dormir

El duende nocturno con su manto de caricias, sobre tu lecho para dormir bendito. La lluvia dibujando hacia el oído el riachuelo que pisaba descalza tu niñez de los nidos de guijarros. El vaivén de la ensoñación con la fase REM de tilde para que cada músculo sea una hebra frente a la brisa de la boca de los metros. Esta nana que te escribo con el hervor de todos los pétalos. Esta furia de delicada plenitud abriendo espacios a tu vigilia. Del canto para que tu fatiga remita como olas de toldos contra la marea de los azulejos. Duerme hombre. Cáliz y girasoles. Duerme hombre. Romero y sal. Con esta nana de luna.

Existen ciudades con pájaros al amanecer

Amanece necio el día en esta ciudad que me enamoró, porque al despertar los pájaros afilando sus cuerdas trinan como una lluvia acústica a techos y aleros. El café aguado y los dioses que descansan, al dormir aún la política en sábanas estériles. Y algún perro paseando a su dueño legañoso después de la incontinencia. Esta tierra me gusta. Así, sin más retortijones de frase. Castellón me ha dado la calma morfina a pesar de las bestias que circunvalan cada rótula, codo y vértebra de mi cuerpo. Planicie naranja, cuna de la hija abandonada por su madre. Flauta de la tos y guitarra de feria. Aunque la pólvora me haga estornudar y eche de menos el azul y mis tripas mancas. Se oyen los pájaros y a veces me pregunto que si es un buen lugar para yacer después de la carta de ajuste. Porque no respirar donde te repudiaron. Es el réquiem mijo en la espina de una garganta. Y aunque sea una falacia por un segundo pienso que existe mi casa y me abrazan mis hijos con el ...

Hermetismo

Deambulo por el laberinto que se forma entre los espacios de las palabras. Y en su recorrido un gabinete de hechos pueden hacer que frene o acelere. Las ventanas bostezan. Y la calle parece un leopardo que según la disposición de las farolas dan color a su pelaje felino. Viernes de vueltas de faldas y un transeúnte. Televisiones que conforman una galaxia de edificios con gas ciudad intentando topar la senda que guíe a la salida. En este mundo de lunas y ludópatas, para descubrir que quizás habitar el verso, aunque ignoremos la dirección correcta, es un vicio. Y confesar no exculpa de cerrar los puños al entrar en otra sala. Y terminar el poema con vistas al Mercadona sentada en un banquillo para ser juzgada por los árboles que apuestan sus hojas. Los cristales de los coches, reflejo del ayer para repetir la ruta. Y subir donde se baja como un yoyó hiperactivo para alimentar al ego Y ser un poeta con cabeza taurina privando la libertad de su alma. En un ...

El duelo de los sauces verdes.

He vaciado los bolsillos con la intención de encontrar la llave para abrir el corazón de las personas que comparten mi sangre en un cubo de Kubrick, que por muchas vueltas de que disponga el artilugio la cara azul del consuelo no se observa. Una llave que en vez de abrir aprieta el diálogo en un "no" rotundo. Tú que planchas los montes. Y saltas las acequias al esquivo. Que eres capaz de cortar con una mano el horizonte y huir simplemente cerrando la vista. Te has dado la vuelta entera. La piel al revés desafiando a la lluvia. Porque jamás llueve del barro al limbo. Ni las vértebras ven el color de la butaca en que se acomodan. En esta araña que rodea con su cable negro. Capaz de oler mi pesar y no entender ni con Google Traductor que el rencor aniquila y que de su semillero noches de insomnio nacen con fantasmas sonámbulos. Todo lo material tiene una cerradura. En cambio, los niños no volverán a ser niños. Ni recuperaremos los otoños sin aparcam...

Secuelas

Las excavaciones no se tratan de recobrar a la vida antiguos amores. Su misión es similar a la de una manzana y un gusano. Siempre gana la flexibilidad. El hambre frente a la irresistible estática. Por esta razón cuando en tardes de domingo agujereo el papel con la poesía, no distingo si una víctima adolece en mis escritos con su cuerpo silueteado por la tiza; o llueve en el cajón o se asemeja a un flujo vaginal que mi cerebro supura. Entre un vergel de tendones Y libros neonatales que sobre mi torso dormirán en la noche de los demonios. Arañar la tierra con manos campesinas hasta la uve de los que escribimos para respirar bajo el agua.

Muecología

Los domingos por la mañana saco a pasear mis bolsas hartas de plásticos, que se estrellan en el contenedor del reciclaje. Minuciosamente los separo y creo que con el lanzamiento éstos deberían llevar una palabra, un título. El algo de no sé qué... Son semillas contemporáneas de tardes de café con el sol a rayas tras la ventana. De botellas dispares que han regido un minuto de la vida. El tiempo que sí se quema... Olvido en su maraña de tanque para que en una planta industrial de monos verdes los trituren con resonancia de música. Esta tarde me quedé mirando un brick de leche por si podía escuchar las voces que en un ayer bebieron de su matriz. Parece la búsqueda de un latido muerto. E imagino una casa de macetas y ángeles colgados de los armarios de su extracto aluminio. Prefiero elegir el amor de una sala donde servían  primero a los débiles y luego a los de bondadosa luz con niños y caniche. Porque de mis materiales el silencio ha hecho mella y ya...

Completo por explotación

Repites en exceso el vestido de aligerar las causas. Tienes un corazón de fogueo y la poesía que lavada en agua caliente puede sonar a trompeta los jueves. Y los viernes a violín. Tú quieres asistir a todos los acentos de presentación y plancha pero no puedes ni subida a un trono honrar a aquellos que siempre te han valorado. Y hasta a su modo querido. Qué no es un amante, pero, suena a triángulo. Las horas se convierten en espuma de pelo. Y la noche cada día alarga su kimono negro con un otoño que parece el asador de pollos del Evaristo Club Bar. Perdonad mi silencio el cansancio tiene la lengua corta. Y no puedo estirar la piedra que condiciona mi holgura. Tal vez el amor zapato en estanque. Con la ternura anticuada del que trabaja. Y estudia como una mema estadística. Los pies de pasta. De dientes de hoja. Y una voz rompiendo la calle en un coche red y lento igual que un poeta sin viagra: -El afilador ha llegado a la ciudad.

Mella

La gente camina en dirección a la vega. Allí ocurren extrañas cosas mueren los que no deberían y los alacranes acuden al cine a orinar con los pantalones opuestos. Debería hablar de plumas Y de olas, y de la falta a cuadros. Pero surge la preocupación como un diente mal colocado en la encía. La demagogia, del ideal chapado en oro. y se contorsiona por mi pecho como un gusano. Ya sé que debería escribir de tigres atropellados por las bicicletas y los falsos sueños. Pero en mi estado de urogallo puedo buscar apeadero de corral que narrar desde la mano femenina, es tanto para unos y otros la gratuita publicidad de un avance que nos ha dejado en la mismo butaca porque aún sigue habiendo por un grano de arroz setenta alubias en la foto de diez.

Nostalgia

El inicio de y del alfabeto como un sol que levanta su tumor al cielo para que los campos se empachen de vida. Con el cuerpo en desplome constante guardando añoranza en un pañuelo sucio entre las costillas, con la función "cataplásmica" de cerrar la brecha a las palabras que perforan cuando la buena cara o la cara buena muestran al paisaje las ganas de sonreír de un pájaro. En la mamografía presionan el tejido de la intensidad. Te administran cápsulas con todas las letras para crear espacios de aire. De sentimientos que no aparecen en la sección de radiología de un centro. El equilibrio y la mecha de ser una piel que habla. Con la certeza de que el amor es el principio, pero extraviado el tiempo en GPRS, te mueres sin beber ni fumar con la ausencia de todos los que amamos con el mismo olor a bosque. El sol alza su cabeza y vuelves a abrazar la almohada. El amor para el final.