Sombras, sombreros y sombrillas.
En los campos la noche se acuesta
en las horas bajas.
Con la compresión del alien-tórrido
y los edificios de maquillajes,
de la fotografía que expuesta
trae el Lexatin a la luz solar,
de aquellos moradores de la calle
que han buscado la protección de los toldos.
El cobijo es un bien necesario,
lo necesita el ser para saber
que a salvo duerme.
Nadie está exento de la caricia colágeno
ni de la barra de pan con queso
hecha cuatro piezas para la boca
de los niños.
Compartir las palmeras
que nos nacen del alma. En ese clon
digital de nosotros y nuestros reflejos.
En la ciudad sudorípara
de oficio de serpiente que anuda
los tobillos o te abraza con su fría sangre.
Al compartir y no dividir.
Que recibir para cobrar.
Del callar para no escuchar.
En un delirio jardín quemándose
a la tres de la tarde.
La oscuridad también bendice
al carbonizado
que deshuesa el sentimiento
de los oasis.
Se pone de pie y tapa con su cuerpo
al necesitado.
en las horas bajas.
Con la compresión del alien-tórrido
y los edificios de maquillajes,
de la fotografía que expuesta
trae el Lexatin a la luz solar,
de aquellos moradores de la calle
que han buscado la protección de los toldos.
El cobijo es un bien necesario,
lo necesita el ser para saber
que a salvo duerme.
Nadie está exento de la caricia colágeno
ni de la barra de pan con queso
hecha cuatro piezas para la boca
de los niños.
Compartir las palmeras
que nos nacen del alma. En ese clon
digital de nosotros y nuestros reflejos.
En la ciudad sudorípara
de oficio de serpiente que anuda
los tobillos o te abraza con su fría sangre.
Al compartir y no dividir.
Que recibir para cobrar.
Del callar para no escuchar.
En un delirio jardín quemándose
a la tres de la tarde.
La oscuridad también bendice
al carbonizado
que deshuesa el sentimiento
de los oasis.
Se pone de pie y tapa con su cuerpo
al necesitado.
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