Sin título.
Ha venido de visita
el recuerdo del entierro de tu padre.
Fue en una primera semana de Julio
y los pájaros piaban piedras sobre.
Tú caminabas del color negro su encargo
en la ligereza de los fragmentos
que como cristales en fila
van mordiendo
la realidad.
Hacia una calor insoportable,
las cigarras habitaban en nuestros corazones
y en el cortejo camino al cementerio
sentí un mareo que iba con algodón
taponando las vías respiratorias.
Te revivo de luto sin la corbata lila
de los bautizos, y la pena que nos iba recortando
como estrellas sin brillo
que morían entre las acequias de las tumbas.
Vestía yo de azul marino por respeto,
todo lo contrario a tu exnovia
de short y de tirantes
que abandonó el páramo
antes de las tres horas de solana.
Recuerdo la voz de tu padre, me pidió que te cuidara, pero nuestro amor que fue grande
tenía el impedimento del físico.
No cumplí la promesa
pero el tiempo que fuimos hermanos
las aguas suplieron las carencias de un amor verdadero.
Para el sepelio, no estaba preparada,
a quemar toda la piel para acompañarte en el duelo.
Luego murió, mi segundo padre,
y apagaste el móvil esa noche,
y yo
empecé a tiritar
como cuando tapiaba la losa
un operario del ayuntamiento.
Ese día murió demasiada gente
en el campo de batalla.
el recuerdo del entierro de tu padre.
Fue en una primera semana de Julio
y los pájaros piaban piedras sobre.
Tú caminabas del color negro su encargo
en la ligereza de los fragmentos
que como cristales en fila
van mordiendo
la realidad.
Hacia una calor insoportable,
las cigarras habitaban en nuestros corazones
y en el cortejo camino al cementerio
sentí un mareo que iba con algodón
taponando las vías respiratorias.
Te revivo de luto sin la corbata lila
de los bautizos, y la pena que nos iba recortando
como estrellas sin brillo
que morían entre las acequias de las tumbas.
Vestía yo de azul marino por respeto,
todo lo contrario a tu exnovia
de short y de tirantes
que abandonó el páramo
antes de las tres horas de solana.
Recuerdo la voz de tu padre, me pidió que te cuidara, pero nuestro amor que fue grande
tenía el impedimento del físico.
No cumplí la promesa
pero el tiempo que fuimos hermanos
las aguas suplieron las carencias de un amor verdadero.
Para el sepelio, no estaba preparada,
a quemar toda la piel para acompañarte en el duelo.
Luego murió, mi segundo padre,
y apagaste el móvil esa noche,
y yo
empecé a tiritar
como cuando tapiaba la losa
un operario del ayuntamiento.
Ese día murió demasiada gente
en el campo de batalla.
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