Afroarescopia.
I
Cuidado temerosa, cuando las piernas adentra en la marisma
por la dificultad existente
de distinguir entre las anguilas y los guijarros.
Ande usted con ojo, el cuarto o el quinto,
con el deslumbramiento del sustantivo, aro, mata, cinta, cuello,
en su pose de Lord con la voz
entintada de jibia, con el labio henchido por el cuervo y su lengua.
Cuidado mujer de Loto, que este tablero
tiene trampilla y algún que otro hoyo
debajo de la hojarasca. El fetichismo los une hiedras
a su sexo
bajo el cuarto de luna de la mirada poética.
En la penumbra de Julio, en la habilidad de la maniobra
lanzan las redes en telarañas
y arropan el coseno los jazmines del embriagador polonio.
Como una llamada a su templo,
los trópicos viran y los automóviles carburan su gestación más metálica
y el cuerpo empieza la mutación
de manos y cavidades opuestas haciendo relojes.
Cuidado temerosa, cuando las piernas adentra en la marisma
por la dificultad existente
de distinguir entre las anguilas y los guijarros.
Ande usted con ojo, el cuarto o el quinto,
con el deslumbramiento del sustantivo, aro, mata, cinta, cuello,
en su pose de Lord con la voz
entintada de jibia, con el labio henchido por el cuervo y su lengua.
Cuidado mujer de Loto, que este tablero
tiene trampilla y algún que otro hoyo
debajo de la hojarasca. El fetichismo los une hiedras
a su sexo
bajo el cuarto de luna de la mirada poética.
En la penumbra de Julio, en la habilidad de la maniobra
lanzan las redes en telarañas
y arropan el coseno los jazmines del embriagador polonio.
Como una llamada a su templo,
los trópicos viran y los automóviles carburan su gestación más metálica
y el cuerpo empieza la mutación
de manos y cavidades opuestas haciendo relojes.
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