Canícula film
Y esta hiedra
que seduce con marrón desdén hacia la calle,
que te tumba entre lobos
y te arrastra como una rama entre el parabrisas.
Que te habla con tono
del pincel que no osa
en siguiente, en trance de cuerpo caído celeste
que quiere lanzarse al vacío, entre sus brazos, pero, las escolleras
florecieron en ausencia.
Recuerdo el dolor cristal,
lo pasajero de la fiebre del sexo
con las hienas ladrando bajo la cama.
Del desfiladero que era el amparo de su yo,
con cada afrenta donde pueda ser posible la tregua
si lo que aconteció no hubo
y en mayor resistencia
gusálidos y cucharabobas
pueden blasfemar las palabras calladas
y desempeñar una provocación al abismo
que fue mi amor por usted.
La hiedra sabe hacer
muy bien su trabajo, verde se desliza entre los muslos
y llama a la lujuria
pero me amarro al tronco, al mueble, a la pared, al reloj de cuco.
a los electrodomésticos, a la verdad del pájaro,
al averno que fue el casamiento con su diablo
al desprecio de la montaña del sentir de la puerta como se cerraba
detrás de las escápulas.
De la boca rechazo, del índice apuntado a muerte
a la salida, por ello , la hiedra me estira
y he tenido que cortar las piernas fracturadas por la misma rótula, los miembros, la esperanza aniquiladora
para no acudir a su sed de hombre universal.
Nociva manera,
única en su especie
ni
cabeza
te olvida.
que seduce con marrón desdén hacia la calle,
que te tumba entre lobos
y te arrastra como una rama entre el parabrisas.
Que te habla con tono
del pincel que no osa
en siguiente, en trance de cuerpo caído celeste
que quiere lanzarse al vacío, entre sus brazos, pero, las escolleras
florecieron en ausencia.
Recuerdo el dolor cristal,
lo pasajero de la fiebre del sexo
con las hienas ladrando bajo la cama.
Del desfiladero que era el amparo de su yo,
con cada afrenta donde pueda ser posible la tregua
si lo que aconteció no hubo
y en mayor resistencia
gusálidos y cucharabobas
pueden blasfemar las palabras calladas
y desempeñar una provocación al abismo
que fue mi amor por usted.
La hiedra sabe hacer
muy bien su trabajo, verde se desliza entre los muslos
y llama a la lujuria
pero me amarro al tronco, al mueble, a la pared, al reloj de cuco.
a los electrodomésticos, a la verdad del pájaro,
al averno que fue el casamiento con su diablo
al desprecio de la montaña del sentir de la puerta como se cerraba
detrás de las escápulas.
De la boca rechazo, del índice apuntado a muerte
a la salida, por ello , la hiedra me estira
y he tenido que cortar las piernas fracturadas por la misma rótula, los miembros, la esperanza aniquiladora
para no acudir a su sed de hombre universal.
Nociva manera,
única en su especie
ni
cabeza
te olvida.
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