Primer baño de mar.

En ejercicio inesperado 
tomé mi mochila verde y dos transportes 
con un caramelo de fresa 
en la boca.

Fui a entregarme al mar, él me invocaba,
en aquelarre de Junio,
con el sentir de su broca de rabia
para engullirme lejos de la orilla.

Las corrientes de témpano
y una paz que me colmaban en el oficio
de haber sido tierra por Acuario.

La escama brida entre mis piernas
despojando el bikini en las profundidades
para sentir la libertad del Mediterráneo
como iba bebiendo de mis grutas.

Porque fui hace antaño
una sirena que vendió sus cuerdas vocales
por un par de piernas.

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