Poema de Verónica Forchette de Códoba.



El pelo en la sopa.
La cana ventiañera.
El uñero Aquino.

La regata de pecho
tras el jersey;
menos que la nube que forma la nube;
el terrón oculto tras el terrón de azúcar.

Así, soy, la imborrable,
menos que amante
abocada a la mudez de la mota
en una pintura de Velázquez
en el museo de un prado.

La poeta, muerta de hambre, de tu sexo, estrellada equisdistante.

La chaqueta que cuelga de un brazo
cuando acude a la fiesta de otra.

La callada acera
abandonada por el atragantamiento
de la discordia.

La que yace a tu antojo
y es mirada de lado.
La inexistente, y por eso, está muerta
con la ponzoña de Verona.

Repudiada mala propaganda.
en la  bolsa de deportes
de la taquilla de tu vida.

La escarlata letrada.
La pústula de lepra.

La que avergüenza el futuro
que no conviene
y se va para vomitar
la vuelta.

La revolucionaria hormonal
del tres sin número
que duerme entre tus piernas
y sus brazos.

La que esta mañana
amaneció
en un rascacielos  en reconstrucción
en Dubái
y un obrero hindú 
le espetó dos bofetadas:

-Baja ya, el sueño ha terminado.

La rancia, el bacilo de tu órgano,
cínico juez
que con sentencias
mandas al garrote vil.

Con la manos llenas de influjo
y lenguaje.





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