Lapa de Vigo.
Sin humor no existirían las estrellas.
Reinaldo Cortés.
Las leyendas con sus moralejas literarias
siempre fueron de mi agrado,
recuerdo una ocurrida en un aldea manchega,
era entre el amor tornado
de un beato llamado Tiburcio
y una llamarada Dorita de Atienza.
Dicho noble de acaudalada belleza
abrazar siempre se dejaba por dicha moza,
y él que era clérigo
exaltaba en el suspiro, un requiebro:
-Ay, si una qué yo supiera os viera,
os cortaría los brazos
y de comer a los porcinos.
Pero, la virgen con una legión de querubines
y celestial coro le replicó,
un día que la desconsolada Dorita
le abrazaba, como de costumbre.
Cortar las piernas a usted, su señoría;
que ella abraza donde usted camina
y es hacia su hacienda y su camastro.
Y colorín,
colorado,
estos cañones
se han acabado.
Reinaldo Cortés.
Las leyendas con sus moralejas literarias
siempre fueron de mi agrado,
recuerdo una ocurrida en un aldea manchega,
era entre el amor tornado
de un beato llamado Tiburcio
y una llamarada Dorita de Atienza.
Dicho noble de acaudalada belleza
abrazar siempre se dejaba por dicha moza,
y él que era clérigo
exaltaba en el suspiro, un requiebro:
-Ay, si una qué yo supiera os viera,
os cortaría los brazos
y de comer a los porcinos.
Pero, la virgen con una legión de querubines
y celestial coro le replicó,
un día que la desconsolada Dorita
le abrazaba, como de costumbre.
Cortar las piernas a usted, su señoría;
que ella abraza donde usted camina
y es hacia su hacienda y su camastro.
Y colorín,
colorado,
estos cañones
se han acabado.
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