Lady ganga.
Cenicienta se dejó
los zapatos de dormir en el hall,
por si aún restaba esperanza de vida en Plutón,
el batín o el hiperbatón
se colgó elegantemente
del perchero de sus hombros,
y yo circunspecta vomitando una nectarina,
no necesitaba marcas territoriales,
la verdad, ni me iba ni venía
como una cercanías de Sagunto a segundo.
Me importaba un rábano de aguacate;
y ya lo del paquete de compresas
midió un ataque de gota,
lloraba de risa trastocada en llanto,
quién sabe y redirige,
nada siente.
Ya ves...,llaves,
invasión de tazas, dignas de un C.S.I.
con esos aparatos que iluminan
el azul de los elementos:
sangre, esperma y saliva.
Volaban en su anarquía
las epiteliales,
y yo como un robot de cocina
asomé la cabeza al dormitorio.
Allí seguía mi manta de colores,
que bien abriga
cuando no se tiene:
Nada.
A los pies,
desnudo compartido,
sin bata, ni zapatillas ni compresas.
los zapatos de dormir en el hall,
por si aún restaba esperanza de vida en Plutón,
el batín o el hiperbatón
se colgó elegantemente
del perchero de sus hombros,
y yo circunspecta vomitando una nectarina,
no necesitaba marcas territoriales,
la verdad, ni me iba ni venía
como una cercanías de Sagunto a segundo.
Me importaba un rábano de aguacate;
y ya lo del paquete de compresas
midió un ataque de gota,
lloraba de risa trastocada en llanto,
quién sabe y redirige,
nada siente.
Ya ves...,llaves,
invasión de tazas, dignas de un C.S.I.
con esos aparatos que iluminan
el azul de los elementos:
sangre, esperma y saliva.
Volaban en su anarquía
las epiteliales,
y yo como un robot de cocina
asomé la cabeza al dormitorio.
Allí seguía mi manta de colores,
que bien abriga
cuando no se tiene:
Nada.
A los pies,
desnudo compartido,
sin bata, ni zapatillas ni compresas.
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