HOY TENGO PENA LUNAR..
Esta saña
henchida de rioja
es selene
de grosella dibujada.
Ella
enorme de ira
porque ya soy libre.
II
Y veo la luna
detrás de la vidriera
en el lago reflejo
eso que se percibe
no son cráteres
son las marcas del corazón.
III
Celos.
Katerina siempre fue hacendosa
con un esposo que recelaba constantemente de ella,
Erik, como un sacerdote sin sotana
la había instruido en el placer convento del silencio.
Ella nunca hablaba,
sonreía a su paso,
se había colgado una gargantilla
de lóbulo a oreja.
Sus celos eran enfermizos,
ella no era más que las alas de mariposa
del pene de su marido.
Complaciente y con la mano firme
estrechaba callejuelas como sogas.
Aprendió por su integridad
a ser aire, menos que nada.
Una noche en una cena familiar
ella pensando que tenía tregua
engañada por los ojos serenos de Erik,
salió del saco y plantó un par de margaritas sobre el mantel
y mantuvo una conversación con su cuñado.
La vuelta en el carro fue tensa
pero Katerina incauta desconocía la crueldad
que le esperaba.
Ella llevaba un bonito vestido de flores,
bonito de formas,
bonito de escote.
En un arranque él se lo rompió en medio de la villa
y la dejó desnuda, a merced del frío noctámbulo y de los mirones.
Katerina se cubría y sus ojos se llenaron de lágrimas,
pero él que era un bastardo en su dogma de mal nacido
también le había prohibido llorar.
Las mejillas internas se hincharon de pena,
la sangre padecía una leucemia
de salino desagüe.
Luego venía el arrepentimiento,
de rodillas le suplicaba el perdón,
decía que el causante de esos excesos
era el amor que lo consumía en trastornos.
Katerina soportó un campo de concentración
hasta la costumbre de ver una casa negra
que la invitaba a fugarse:Muerte.
Un día,uno que ya no sé acuerda de tantos
o estimó ni nombrarlo,
él le dijo:
Vete, aléjate no puedo ver ni como la respiración entra por tu piel,
es un castigo.
Vete, por tu bien.
Ella con una bolsa ató sus recuerdos
y en una zanja del jardín
tierra y pala, los fue cubriendo.
No quiere volver a ese fortín.
Ella ahora mira a la luna.
Sus ojos son uñas postizas,
pero...
Llora,
habla,
sonríe,
respira.
Él mira a la luna ahora
por eso esta noche
se volvió roja.
Celos.
henchida de rioja
es selene
de grosella dibujada.
Ella
enorme de ira
porque ya soy libre.
II
Y veo la luna
detrás de la vidriera
en el lago reflejo
eso que se percibe
no son cráteres
son las marcas del corazón.
III
Celos.
Katerina siempre fue hacendosa
con un esposo que recelaba constantemente de ella,
Erik, como un sacerdote sin sotana
la había instruido en el placer convento del silencio.
Ella nunca hablaba,
sonreía a su paso,
se había colgado una gargantilla
de lóbulo a oreja.
Sus celos eran enfermizos,
ella no era más que las alas de mariposa
del pene de su marido.
Complaciente y con la mano firme
estrechaba callejuelas como sogas.
Aprendió por su integridad
a ser aire, menos que nada.
Una noche en una cena familiar
ella pensando que tenía tregua
engañada por los ojos serenos de Erik,
salió del saco y plantó un par de margaritas sobre el mantel
y mantuvo una conversación con su cuñado.
La vuelta en el carro fue tensa
pero Katerina incauta desconocía la crueldad
que le esperaba.
Ella llevaba un bonito vestido de flores,
bonito de formas,
bonito de escote.
En un arranque él se lo rompió en medio de la villa
y la dejó desnuda, a merced del frío noctámbulo y de los mirones.
Katerina se cubría y sus ojos se llenaron de lágrimas,
pero él que era un bastardo en su dogma de mal nacido
también le había prohibido llorar.
Las mejillas internas se hincharon de pena,
la sangre padecía una leucemia
de salino desagüe.
Luego venía el arrepentimiento,
de rodillas le suplicaba el perdón,
decía que el causante de esos excesos
era el amor que lo consumía en trastornos.
Katerina soportó un campo de concentración
hasta la costumbre de ver una casa negra
que la invitaba a fugarse:Muerte.
Un día,uno que ya no sé acuerda de tantos
o estimó ni nombrarlo,
él le dijo:
Vete, aléjate no puedo ver ni como la respiración entra por tu piel,
es un castigo.
Vete, por tu bien.
Ella con una bolsa ató sus recuerdos
y en una zanja del jardín
tierra y pala, los fue cubriendo.
No quiere volver a ese fortín.
Ella ahora mira a la luna.
Sus ojos son uñas postizas,
pero...
Llora,
habla,
sonríe,
respira.
Él mira a la luna ahora
por eso esta noche
se volvió roja.
Celos.
Bendita inspiración lunar.
ResponderEliminarUna MAGNÍFICA OBRA.
Como siempre en un tren...
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