COMO EN UNA PELI DE WOODI
La peregrinación del Mercadona prosigue
en el mismo túnel
dos señoras sin pestañas con gorro de lana,
una estadística que se topa con los morros de azúcar.
La idea, de que en un lugar
donde la mayoría de productos
que son de una marca
hacen que el ente humano
no divague
y tenga una única posibilidad de error.
Añoro Granini en vuestra fauces
estratégicamente postradas.
Un zumo de arándanos
que le vierta un poco de sangre
a esta pena.
Y en la cola
bajo la tierra marrón de abrigo,
mis gafas de aumento
observando la pequeñeces de las cosas
de este cuadro impresionista de Monet sacarina.
Un señor compra sin bolsa,
espuma de afeitar, cuchillas y una pastilla de jabón
con forma de lágrima sepultura.
Le dice a la cajera
de una cadena de servicios completos
la sonrisa de arrastrar los tomates de la vida.
Que ya no le queda esperanza
que no la ha encontrado en las estanterías,
le han puesto a su amado la morfina,
la inyección letal
de una regulación de empleo.
Ella mientras embolsa la vida
le asiente y le ofrece
una paquete de chocolate relleno.
Hasta mi turno.
Ya no hablamos del tiempo,
ni siquiera del amor,
es en tres productos a tira de ticket
lo que somos y nuestra existencia.
Querida compra una familia,
pero me conformé en la foto apastelada
de una caja de galletas. Y hay cola.
Azúcar y sacarina.
en el mismo túnel
dos señoras sin pestañas con gorro de lana,
una estadística que se topa con los morros de azúcar.
La idea, de que en un lugar
donde la mayoría de productos
que son de una marca
hacen que el ente humano
no divague
y tenga una única posibilidad de error.
Añoro Granini en vuestra fauces
estratégicamente postradas.
Un zumo de arándanos
que le vierta un poco de sangre
a esta pena.
Y en la cola
bajo la tierra marrón de abrigo,
mis gafas de aumento
observando la pequeñeces de las cosas
de este cuadro impresionista de Monet sacarina.
Un señor compra sin bolsa,
espuma de afeitar, cuchillas y una pastilla de jabón
con forma de lágrima sepultura.
Le dice a la cajera
de una cadena de servicios completos
la sonrisa de arrastrar los tomates de la vida.
Que ya no le queda esperanza
que no la ha encontrado en las estanterías,
le han puesto a su amado la morfina,
la inyección letal
de una regulación de empleo.
Ella mientras embolsa la vida
le asiente y le ofrece
una paquete de chocolate relleno.
Hasta mi turno.
Ya no hablamos del tiempo,
ni siquiera del amor,
es en tres productos a tira de ticket
lo que somos y nuestra existencia.
Querida compra una familia,
pero me conformé en la foto apastelada
de una caja de galletas. Y hay cola.
Azúcar y sacarina.
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