A cien palabras de ti.

Observo tu incombustible belleza,
y el modo irreverente con que me echas
de tu vida. El pijama de la clínica
está descolorido y con los dedos
intento cerrar la tela que viste la piel
que se niega a permanecer expuesta.


Te noto candor, y el suero te ha amarrado
a la templanza. De saber que te amo,
desde mi reino de pastillas.
Qué te amo lo suficiente
y que no entiendo lo hija puta que es
la probabilidad del matemático.
Reposando en la cama, climatología
de hospital. Deseo quedarme a dormir
cerca de tu boca. Dormiría en la silla como
un periquito borracho. En el suelo
con la angustia ahorcada de mi costilla.
No entiendo porque no quieres
que te vea en escamas
si toda tuya soy pez
y las heridas empiezan fuentes
a comerse las lágrimas.

Te amo lo suficiente. Para no desear
que te ocurra algo. Qué tu salud
me acordona como un policía
de aduana que de la maleta
extrae los sueños.

Dormir a tu vera. Con la calefacción
y este tufo a mantequilla.
Te echo de menos cariño.
Te amo y ya no puedo demostrar
más nada ni al mundo ni a la histeria.

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