Poeta versus Poeta.

I

Que te olvide.

Que tatúe el nombre de una marca de élite
y me desfogue
comprando en HyM,
guantes de lana
para cuando te vayas al patio de enfrente.

Eso son los continentes,
casas vecinales,
y ocho horas de vuelo;
el mismo tiempo de una noche de sueño

con dos copas de Martini
y un vaso de leche.

II

Sin tener necesidad de la inmolación
mi cuerpo se ancla al tuyo
en poema viejo de historia
que repite este año venidero,
y eso, que pinté rayas azules
como en una guerrilla.

Pero, cómo borrar esta fuerza abrupta de apóstrofe
rompiendo vocal con consonante,
tu virilidad consumada
a crear verso con piernas
que son caligrafía a tu cintura.

Me gusta la forma
en que prendes las muñecas
en un intento de bloquear
las alas, los sustantivos y verbos que yo te dijera
y sellas con tu lengua-hielo 
que cae desde un avión 
procedente de la cumbre.

Olvidar, en un agravio de melanina, 
este vivir inconfesable de tu sudor, 
de tu poema leído en tu boca
besando la estancia,
con la voz sierpe escarbando en mi sexto.

Olvidar la risa de estuario
y esos ojos tras el cristal
de un coche que te oculta.

Porque me haces mujer sinalefa.

Soy así.

Sí, supongo que la India se olvida,
nos ponemos etiquetas de fábrica.
Y colgamos mensajes como el tiramigas 
en estanque de ciudad.

Cómo dilapidar ese barro,
agujerear y buscar la salida del amor,
escrito en una pared de Cracovia.

Susurro dando tu espalda a mi estrofa,
porque no posee acepción en el diccionario.

Será, ocaso, el día que muera.







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