Los espíritus quieren descansar y la Queta.
El apagón sobre el césped marmóreo
descubre las esculturas de alas
con una voz,
que recorre sigilosa
la memoria de los espíritus.
Legado de oficios y linajes,
de ruecas que la parca aleccionó
en su cometido sempiterno.
Queta, audaz ráfaga del mutis,
que pulcra la misiva del inspector de las ánimas.
Piedra troquel, quiromancia del sino,
tú irrumpes al rumor de las flores
con la guía de los cipreses.
Queta, que rodea el duelo
con su vigilancia de osarios mudos.
De herederos que recogen
la miel de los pétalos.
La de una mujer, detective con prismáticos,
que esparce la simiente
contra el olvido.
Los espectros,
en el aposento de su casa de apuestas,
han puesto una zancada
para que el hombro sea un limbo
de tregua y cuidado.
Entre la tierra de un cuerpo de seis años
llegó el veredicto con huellas de justicia.
La hazaña de la investigadora privada
del camposanto en Castellón.
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