La puerta
Yo sé que detrás de la puerta,
existe un jardín de geranios
y hasta una fuente de litros de gasolina.
Tal vez un amor hidrófugo
con el latido de un amanecer en la columna
y un diapasón que recordara
la postergada belleza que me recorre.
Pero me quedo como un tronco malherido
por el rayo dominical,
observado como una arruga
la vida que niego a albergar en mi pecho.
Vivo en esta trinchera
de mallas que cicatrizan
en heridas de nula acción,
brote de palabras,
que me bloquean ante la entrada
de un paraíso que me he prohibido.
Soy la manzana podrida.
El beso ciego que hurga entre la tierra.
Un poema moho del mundo
con la escapatoria
de cruzar la puerta, lejanía del miedo.
Y no me atrevo.
Y estribillo anudo las piernas,
para volver al mismo origen
del aullido de un árbol.
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