17-02 Madrid

Faltan exactamente diez días para presentar "Etiqueta Roja" en Madrid, estoy muy contenta y he llegado a la conclusión, de que con la suerte que se me brinda, estoy por comprar un décimo en la capital madrileña.

Yo anhelo una reunión de amistad, poesía en los abrazos y guiños de ojos. Llevo años, desde niña, escribiendo y leyendo poesía. Y libros publicados desde la edad de los cuarenta años; nací en un época que los móviles eran yogures con hilo, y una libreta repleta de tachones era un manual de instrucciones para quien te quisiera, escuchara tus  ruegos poéticos.

No tengo agente literario, pero sí insomnio y tengo una fobia social tremenda, herencia del COVID, contra la que lucho con garras y dientes, y quien me quiere la reconoce.

No lleno estadios ni llevo un equipo de sonido, y es muy fácil hacerme daño.

La poesía social es mi columna vertebral, la poesía de la calle, con una lenguaje que he sacrificado para que sea más accesible a más personas y les ayude a verbalizar sus traumas o pensamientos.

Retrato la sociedad que me rodea y las mujeres amigas que comparten las lecturas de mi poesía, representan el pan cortado a trocitos para disfrutar de la vida. Soy Lorquiana de oficio, titiritera, ejerzo la transhumancia de la palabra con un carromato de Renfe, he sido víctima de muchas etiquetas rojas y lucho desde el pequeño ángulo que la vida me ha otorgado.

Por eso leo, leo mucho, abrazo este tiempo que se nos escapa y soy libre en una sociedad cada vez más irreal y dogmática para perdonar lo suficiente para ser olvido.

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