Vinagre y sal

Ese rostro era tan perfecto que sus mentiras parecían verdades, tan legítimas que él hubiera logrado mezclar el aceite con el agua con una simple sonrisa.

Ahora, años después de nuestro divorcio a la francesa y con el halo inquebrantable de una belleza conservada, escucho sus retahílas sin ningún convencimiento.

El amor se acabó por el trago de ricino y del malvivir pendiente de una catarata de desahucios humanos. 

Uso mi cara de mema cuando él, agónico, conversa de sus avatares sin ninguna rentabilidad, porque el vapor y la grasa por el frío agudo han convertido su escenografía en nada.



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