Cortina burdeos

Estoy sentada en este salón de cortinas burdeos.

Color vino textil

de túnica que oculta

tras el halo la delicadeza curiosa

de los halógenos.

Entre mis manos un mechero

con la insistencia de prender la chispa.

Luz meteorito de una milésima

para apoderar la mecha

de aquello que nos duele.

Tu pulpa derramada.

Tu sangre, brebaje del caudal 

con la regente de otros órganos

que en ti

han renacido.

Este mechero de estanco

crispación de un incendio anómalo

que devora con su legua de fuego 

cada metro cuadrado de esta azotea.

Rúbrica de frenesí curandero 

de la que sobrevive tantas veces a la muerte

y es incapaz de sanar el arroyo 

que tiene tu vena y costa.

Martirio de maquinaria 

que anhela la luz de esta vela 

para erradicar con una homilía

el mal de guerra, de corazón roto, 

de humedad ejerciendo en las paredes.

Y no puede salvar 

de la vorágine a los colibríes.



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