Réquiem del estandarte
La nieve ha borrado mis pasos en Cracovia
y un sol gelatina brinca con su halo
en esta corde-nada.
Una bandera ulula en la proa de un balcón,
con la erosión de la metereología,
que ha hecho estragos en la piel de su tejido.
Y parece, francamente, un vestigio
de la final de un torneo
o una flácida pantomima
del recuerdo, porque sin contenido:
¿cómo el ser humano consigue
airear la memoria de los ejercicios?
El tío Julián, un buen hombre, ha sido testimonio
del deterioro
que acusamos en sin-tonía.
Expuestos a un circuito
de anomalías
y pena de vino en copa
por los que cantaron el himno del cisne
y ahora, perduran en el ojo del huracán
de los que lloran su ausencia.
Descansa en paz, J. U.
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