Añoranza de mis muertos

Hoy he visto, Wislawa, tu tumba vestida de mayo,

con el vidrio que brillaba por la alameda 

de la piedra que protege tu cuerpo.

Sé que habrás recibido el calor residual

de la cera abrazada al cordel,

en combustión, con la llama misericordia.

A ti,  mujer de ensoñación con estanco

y pequeño termo de té.

Tanta algarabía habrá sido una fiesta 

de solemnidad poética.

A ti, que te han desdeñado

porque naciste con el clavo rojo

del partido, con la forma estambre en que el mundo

descubriste, libre y sincero.

Cuando he visto los candiles

entre flores y guirnaldas, 

Wislawa, he llorado, 

porque eres la flor del frío

que abre su ornamento 

ante la soledad de los árboles

para afirmar que estás viva y reina.



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