Transformación


Con el aire aún en los pulmones

de una ciudad Lusitana.

Me acordé de los momentos

en qué uno pleno rechaza la vida.

La vida simple 

del abrazo. En esta escalada de calles.

Aboque de temporalidad.

Con los adoquines testigos 

de una tristeza de viola.

Porque allí la guitarra española,

se denomina cómo si se tratara de otro elemento.

Descubrí, no por primera vez, el océano Atlántico

y mis ojos fueron lanchas motoras 

cruzando de un extremo a otro.

De una villa 

que trajo la soledad a la mano,

niño perdido en un zoo,

de dedos cortos y palabras cerezas.

Lisboa, es espectacular.

Me amó hasta la saciedad.

Igual que un famélico

entre guirnaldas de flores.

San Antonio y San Vicente

porteadores con la luz del mirador

que te hacen creer que eres una persona.

O un bacalao.

O un parásito del cosmos.

Hasta el próximo viaje.

Lisboa necesita una oración

para que su relato sea el definitivo

y se cierre para dar chispa a un nuevo capítulo.

Aquí en una maceta.

Hojas y brotes.











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