Axila y Sobaco
Esta insana costumbre de buscar en los bolsillos
una señal tuya ante tanta ruina gris.
El ver tu cuerpo como una rejilla
imposible de atravesar
haciendo rea mi mala suerte
de haber amado sin mesura.
Las veces que nos caímos por las escaleras
y nos untamos con tacos los golpes,
uno por necesidad proclive
y el otro por devoción de escuela.
Y ahora, te beso sin tocarte
y acaricio tus escollos
con retórica barata sobre listas de la compra
o turnos laborales en una despensa.
Tengo tantas ansias
de que despiertes lejos de los fármacos,
de hacer un hoyo en mi vientre
para sentir el nuevo día
en que tu boca era un delfín de Murano
que nadaba híbrido con el dulce filo
de los objetos cortantes
que te hieren, en frutas de árboles distintos.
Y ya no recuerdo el peso de su mano.
Y pienso en un cambio de corbata
que asfixia.
Y te quedas quieta para evitar el ahorcamiento
de los que te dicen vete a tu casa
y te clavan a su pared.
Imagen de René Magritte.
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